Era la noche de un pasado no muy lejano. Diametralmente diferente a la música que me envuelve últimamente, Craig y yo nos debíamos una noche por aquellos días en los que fui un gran fan suyo, antes de yo tirar por otros derroteros y él emborronar su discografía poco a poco con su segundo y tercer discos, muy por debajo del nivel de su ópera prima.
Y no nos defraudamos. Me seguía acordando de sus letras de memoria, Rewind seguía siendo tan refrescante como siempre y su voz tenía una fuerza y calidad en directo que no me imaginaba tras escuchar tantas canciones, caras B y conciertos en acústico.
Y durante el concierto, risas, sonrisas, y una Inés invitándonos a copas en la barra.
Y tras el concierto, el mejor regalo de la noche: una sonrisa que emitía radioactividad.
Y tras el concierto, el mejor regalo de la noche: una sonrisa que emitía radioactividad.
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